14 febrero 2013

Deslumbrados, pero no ciegos

Victor Hugo decía que “la arquitectura es el gran libro de la humanidad”. Muchos de nuestros gobernantes quieren dejar una página escrita en ese libro, dejándonos construidos edificios que nos recuerden su paso por el cargo. François Mitterrand es un caso celebre. El centro Pompidou, la Biblioteca Nacional, el museo del Quai Branley, la pirámide del Louvre. Y la Opera Bastille.

Opera Bastille, de Carlos Ott


En 1983 se lanzó el concurso para la construcción de este edificio en la emblemática Plaza de la Bastilla de Paris, al que concurrieron 757 participantes. Una filtración en la deliberación informó al americano Richard Meier de que era el ganador antes del fallo. El jurado creyó ver en la maqueta su impronta, la de uno de los arquitectos más reputados del momento, y le “otorgo” el premio. La sorpresa fue que el diseño pertenecía a Carlos Ott, un arquitecto uruguayo-canadiense casi desconocido, que se hizo así con el encargo.

Edificios de Richard Meier

Se supone que es una forma de garantía de justicia que el jurado desconozca la figura que está detrás de la propuesta. Pero todos sabemos que para el ojo entrenado [o informado], es fácil reconocer el sello de un arquitecto [amigo] determinado. Y amparado en ese anonimato es más fácil otorgar el voto. La cuestión es saber qué pasaría si la autoría fuese conocida. ¿Podría haber más justicia si se el autor de estas propuestas fuese un dato conocido? Parecería más difícil votar a un amigo si es sabido que votas a un amigo.

Edificios de Richar Meier

Pero el anonimato es cuestionable por más motivos. El hecho de que todos los equipos de trabajo tengan que esconderse tras un lema limita un debate que puede ser fructífero entre los concurrentes. Un debate que se reduce ahora a los FAQ publicados en las web, pero que podría ser mucho más productivo si fuera abierto y público,  y afectar positivamente a la calidad de las propuestas, y por tanto del ganador.

Los concursos de arquitectura suponen siempre un interesante ejercicio profesional. Son el espacio adecuado para la experimentación y la innovación proyectual. El hecho de que existan garantiza una cierta igualdad de oportunidades para el colectivo, pero el modelo vigente se ha demostrado fallido en demasiadas ocasiones. A menudo el jurado esta deslumbrado, pero parece que casi nunca está ciego. 

a mateos

3 comentarios:

  1. Hola,
    entiendo perfectamente el planteamiento. Como aficionada a los concursos literarios, veo la necesidad de una participación anónima ya que hay mucho talento por descubrir. Sin embargo, también hay mucho "amiguismo" entre los miembros del jurado y mucho premio dado antes del sorteo. Yo creo que el deslumbrado, pero no ciego, es el público...

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  2. Somos envidiosos por naturaleza, así que siempre habrá dudas sobre quien asigna los premios. Pero quizás se debería probar con métodos mas transparentes... igual la cosa mejora. O igual no.
    Y siempre habrá gente en "profundo desacuerdo".

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  3. Lo que hay es mucha sinvergonzonería, en España en especial. Si realmente un concurso ya está dado que no hagan perder el tiempo a los demás pobres que se presentan (ni se rían de ellos a la cara, que es lo que más rabia me da) y que contacten directamente con "el elegido". Y lo mismo para los literarios que comentaba Nan y para todos en general.No es sólo que seamos envidiosos , es que tantas irregularidades ve y oye uno al día que lo normal es que no te fíes de nada. Caraduras. Así nos va, que parecemos una república bananera, corruptos por todos lados.

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